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||Redacción
Orizaba, Ver.- Este 19 de mayo, Orizaba fue escenario de un debate electoral que dejó mucho más que propuestas sobre la mesa. Mostró, con toda crudeza, quiénes tienen voz propia y quiénes leen un libreto; quiénes han pisado la calle y quiénes viven en una burbuja; quiénes están preparados para gobernar y quiénes apenas logran repetir consignas.

La política dictada: el caso de Hugo Chahín
Hugo Chahín llegó al debate como el candidato del poder tradicional. Y eso se notó en cada gesto. Leyó toda su intervención, evitó improvisar, y cuando intentó responder, lo hizo con frases prefabricadas. No había emoción. No había conexión.
Sus propuestas no parecían propias, y probablemente no lo eran. Más que un aspirante convencido, Chahín parecía un emisario obediente, nervioso, inseguro, con una sonrisa que no escondía la ansiedad. Cuando atacó a Igor Rojí, lo hizo desde el temor, no desde la convicción. El golpe fue débil y se le volvió en contra.

William Kuri: la desconexión como bandera
William Kuri fue, sin duda, el participante más desconectado del debate. Su discurso técnico, lleno de palabras como “modernización”, “digitalización”, “automatización”, sonó hueco frente a una ciudad que enfrenta desigualdad, pobreza y exclusión. Sus gestos fueron extraños, sus miradas perdidas, su lenguaje corporal forzado. En redes, no faltaron quienes comentaron que parecía desorientado, “como drogado”. Más allá de lo anecdótico, quedó claro que no representa ni conoce la Orizaba real.

Letty Miranda: forma sin fondo
Letty Miranda fue simpática, articulada, con buena fluidez. Pero cada palabra pareció salir de un mundo ideal, no del nuestro. Propuso soluciones mágicas, sin base ni realismo. En su intento por diferenciarse, cometió un error estratégico: encasillar a Igor junto a Hugo. La jugada fue débil y no prosperó. El público sabe distinguir entre quien ya fue parte del sistema y quien supo administrar sin entregarse a él. Letty proyecta frescura, pero no liderazgo.

Evelin Sánchez: causa sin aparato
Evelin fue, sin duda, la voz más auténtica del pueblo. No tiene carisma escénico, pero sí convicción, preparación en la calle y causas reales. Su discurso fue claro, honesto, militante. Habló de justicia social, de los pueblos originarios, de los trabajadores. Pero su debilidad fue evidente: le faltó experiencia institucional. No supo aprovechar las reglas del debate, no tiene experiencia administrativa que presumir, no tuvo el ritmo ni el manejo técnico que se necesita. Aun así, su mensaje llegó, porque no necesitó adornarse.

Igor Rojí: el que sabe cómo hacerlo
Y luego está Igor Rojí. No es un político improvisado ni un rostro decorativo. Tiene claroscuros —como todo el que ha gobernado—, pero mostró más luz que sombra. Habló con serenidad, con seguridad. Respondió cada pregunta con conocimiento. Fue atacado desde distintos flancos, pero ninguno logró derribarlo. Hugo lo golpeó con miedo; Letty intentó difuminarlo junto al viejo régimen. Ambos fracasaron.
Igor no se impuso con gritos ni con poses. Se impuso porque proyectó lo que muchos esperaban ver: alguien que ya sabe cómo hacer las cosas, porque ya las hizo. Y que tiene planeado hacer más y hacerlas mejor.
Epílogo: el espejo del debate
Este debate no mostró cinco candidatos. Mostró cinco formas de entender la política:
El que obedece órdenes (Chahín).
El que habla sin sentir (Kuri).
La que sonríe sin profundidad (Miranda).
La que lucha sin herramientas (Evelin).
Y el que gobierna con oficio y experiencia (Igor).
Orizaba no votará por el más simpático, ni por el más caro, ni por el más obediente. Votará por quien sepa transformar el respeto en resultados, y el trabajo en bienestar.
Y después del debate, el mensaje quedó claro: el guion no alcanza cuando la ciudad necesita autenticidad.